Oriundo de Gijón, uno de los secretos mejor guardados de la península. Shhh no lo vayáis contando por ahí.
Di de frente con los ordenadores allá por los años 80, cuando el economato de mi barrio puso una NES con el Super Mario Bros de muestra. Gran epifarnía, mind blown. Empezando por ahí y rematándolo años después en la Expo 92 donde había otra muestra con el Paint bajo Windows 3.1. Lo de pintar lineas en la pantalla con el ratón me dejó flipando. De aquellos barros estos lodos.
Establecido en el camino del frikismo, cursé ingeniería informática en el Campus de Viesques, parte de la Universidad de Oviedo. Buenos tiempos, al menos mientras duraron las espichas. Una vez empezaron a cancelarlas tocó emigrar.
El CERN sita a caballo entre Ginebra (Suiza) y San Ginés de los Pollos (Francia). La primera tiene el honor de ser una de las ciudades más caras del mundo, comenzando así la colección que más tarde seguiría con San Francisco, otra zona muy budget. El verano del 2005 trascurrió de Summer Student, seguido de un año de Erasmus en la DTU. Tras la interrupción danesa, vuelvo al CERN en el 2006 a ver qué tuercas hay que apretarle al LHC. Al final acabé quedando un acelerador muy majo, que echa a andar por primera vez el 10 de septiembre del 2008, con un servidor de cuerpo presente en la sala de control:
El CERN es fantástico, pero ancha es Castilla y el verano del 2010 pongo rumbo a California.
Como Ginebra no era suficientemente cara, San Francisco era la progresión natural. Quien dice San Francisco, dice cualquier cosa en un radio de 100 kilómetros, tal como el Lawrence Berkeley National Lab, un laboratorio federal de cierta similitud con el CERN.
San Francisco es una ciudad con unas buenas cuestas, pero cuándo se vio a un asturiano preocupado por unas caleyas un poco empinaes: a comprar una bicicleta. Dos semanas tardaron en robármela de una estación de metro (BART). Para no hacer el primo como yo, aprended a atar bien una bicicleta:
Dos años de p’alante y p’atras de San Francisco a Berkeley en el BART —unos 45 minutos para cada lado— cuando todavía no era común andar perdiendo el tiempo con el teléfono da para mucho leer. Cuando Google llamó a la puerta, me presenté en el Googleplex un día de diciembre del 2011, atraído por la promesa de comer gratis y ver el campus. Tras el día entero de entrevista en entrevista vuelvo para San Francisco desde Mountain View (una buena hora larga en Caltrain, un tren venido del siglo XIX cuyas vías siguen sin electrificarse, casa del herrero cuchillo de palo) y me olvido del asunto. Pero claro, si estás leyendo esto ya sabes que al final ganan los buenos. Así comienza una estancia de seis años largos en la meca del frikimundo.
Además de comer chucherías y bajar por toboganes también hay que trabajar. Ya puestos, en algo futurista. ¿Qué tal intentar enseñar a las maquinitas estas a leer? No puede ser tan difícil… Un par de años en Google Research demostraron lo contrario. Hacer ML/NLP en Google es lo máximo: para empezar, no tienes que pagar el coste de usar tropecientas máquinas para hacerles entender que la “m” con la “a” es “maaa”. Aún podéis ver los frutos de mi labor cada vez que buscáis algo en la Google Play Store.
Una vez resueltos todos los problemas de la inteligencia artificial, dejo a las CPUs leyendo a Espronceda y Ana Rosa Quintana y cambio de tercio, pasándome al proyecto gRPC en sus etapas iniciales. La conexión entre inteligencia artificial y programación de redes está más que clara. Una línea recta. Para que la cosa siguiense estando interesante, puede que introdujese uno o dos bugs aquí y allá…
En septiembre del 2019 pasé a Waymo —el proyecto de coche autónomo de Google—, haciendo que KITT sea realidad (la gente de los 80 sabe a lo que me refiero).
Este curriculum muestra una versión resumida de mi trayectoria profesional. Para ver todos los detalles está mi perfil de LinkedIn.